A veces, hablo con amigos que practican algún deporte de forma profesional o semiprofesional y me dicen que su actividad tiene mucho de yoga, ya sea por la flexibilidad, ya sea por el control o la calma mental, ya sea por el control de la respiración o por lo que les hace sentir. Sin embargo, siempre les contesto que la respuesta no es tan sencilla.
Voy a poner un ejemplo. Espero que todos aquellos que se dediquen a la montaña me corrijan si no es así y les animo a que me den su opinión. Cojo este ejemplo porque lo tengo cercano, de esta mañana en concreto.
Cuando decides subir un pico o llegar a un punto en concreto, tu objetivo es alcanzar ese destino. Después podrás añadir distintos retos, como hacerlo en menos tiempo o llegar por una ruta más complicada o no superar ciertas pulsaciones… En ese «lograrlo», las herramientas del yoga sí pueden ayudar. A través de ellas podremos tener más capacidad pulmonar, más control mental, más flexibilidad… Sin embargo, ¿podemos decir que eso es Yoga? Aquí la respuesta está clara. No.
Quizá la diferencia está que cuando avanzamos en un entrenamiento hablamos de evolución. Cuando hablamos de yoga lo hacemos de involución. Se trata de alejarse del exterior para acercarse al sí-mismo interior.
La Bhagavad Gita nos da muchas definiciones sobre Yoga. Krishna dice: «Con una mente no apegada ni al éxito ni al fracaso, observa la disciplina yaugika con celo, pasión y/o intenso entusiasmo para que el sí-mismo o jivatman se mantenga pasivo y absorto. Esto nos da un temperamento ecuánime en todas las circunstancias». Y también nos dice «El significado del yoga es dominarse a fin de liberarnos de las ataduras del dolor y el sufrimiento. Por eso el yoga se ha de practicar con la firmeza de una mente resuelta».
Como nos dice Guruji sobre Patanjali «una de sus prioridades (de Patanjali) es lograr la unión armoniosa entre el intelecto de la cabeza y la inteligencia del corazón, creando así la unidad entre el cerebro y el corazón». Para Guruji ese es el corazón del yoga de Patanjali.
Por lo tanto, en yoga no debería haber objetivos de carácter externo. Nunca tendrá que ver con hacer un asana mejor o peor o con tener mayor capacidad pulmonar por la práctica de pranayama.
Cuando leemos a Patanjali definir el Yoga, nos habla de restringir las fluctuaciones mentales. No habla de ser más fuertes o de ser más flexibles o de hacer mejor un ejercicio u otro, o de estar más delgado, o de respirar mejor, o de hacer más saludos al sol seguidos, o de tantas cosas con las que en algún momento hayamos identificado el yoga. Todo esto es externo. Como dice mi maestro esto son las virutas del yoga y siempre nos pregunta: ¿Vais a la carpintería para quedaros con las virutas o a por el mueble?
Para conseguir esto, debemos controlar las aflicciones o klesa (ignorancia, ego, apego, aversión y miedo a la muerte), las fluctuaciones de la mente o vrtti y los obstáculos o antaraya (enfermedad, pereza mental, ociosidad, comportamiento indeciso, inatencion, falta de juicio, vivir en la ilusión, incapacidad para llevar a termino la tarea aprendida e incapacidad para conservar el progreso).
Y para ello, el sadhana es el camino.
El sadhana «Es un intento de investigar y realizar lo antes posible la unión del sí-mismo individual con el Sí-mismo Universal“ (BKS Iyengar).
¿Todo el mundo que practica las técnicas del yoga practican yoga? No lo creo. ¿Puedes alcanzar yoga con otras disciplinas? Sí lo creo pero intuyo que es aún más complejo. ¿Dónde creo que está la diferencia? En ese concepto del Sadhana.
En breve os acercaremos a este último concepto.
Lalla, poetisa y yoguini shivaíta
Lalla, Lal Ded, Lalleshwari, Lalita. Estos son algunos de los nombres con los que se conoció a la protagonista de este relato.
Nos encontramos en el primer periodo del siglo XIV d.C. en el valle de Cachemira. En la actualidad sabemos que es una zona marcada por el conflicto entre tres bandos: India, Pakistán y el propio nacionalismo cachemir. Sin embargo, posiblemente pocos conozcan que la época de Lalla también fue un momento turbulento. El contexto de nuestra historia se enmarca en un momento de cambio, de transición, entre el último reinado hindú de Cachemira y la primera dinastía islámica. Un periodo en el que en la región podías encontrar tanto devotos de distintas religiones (budistas, sufíes o shivaítas tántricos entre otros) como intelectuales hablando de literatura, astronomía, matemáticas o medicina. Por lo tanto, nos ubicamos en un entorno con un gran desarrollo religioso y cultural, promovido obviamente por hombres.
Lalla fue casada con 12 años con un marido que la maltrataba a su conveniencia y una suegra que hacía otro tanto de lo mismo. Realmente, nada distinto a muchas otras mujeres de la época e incluso de la actualidad. Poco se sabe de sus inicios porque la mayoría de las historias no son más que hipótesis e incluso están más cercanas de ser fábulas.
Una historia la relata Mónica Pineda en un artículo escrito para la revista Yoga Jwala:
“Solía ir a meditar muy temprano a lugares tranquilos y alejados de la casa, por lo que su suegra la empezó a acusar de infidelidad. Un día, cuando Lalla volvía de buscar agua del río, su marido furioso por las acusaciones que se vertían sobre ella, golpeó la vasija rompiéndola en pedazos. Ante la sorpresa de todos, el agua seguía intacta sobre su cabeza y pudo llenar las jarras de la cocina para beber. Cuando terminó y tiró el agua que sobraba fuera, todo el agua se juntó y formó la charca que aún se conoce como Lalla Trag, el estanque de Lalla. Después de esto, la popularidad de Lalla creció. A los 24 años, después de que Shiva se le apareciese huyó de la casa para unirse con él y buscar el verdadero conocimiento.”
Otra anécdota que he encontrado está publicada en el blog Poetas Siglo XXI:
“Una mañana ella vagaba cantando por la campiña y un grupo de chicos empezó a hacerle burla. Un vendedor de telas salió en su defensa. Ella le compró de inmediato dos bultos de tela del mismo peso y siguió su camino. Mientras andaba, se puso uno de los bultos en un hombro y el otro en el restante. Cada vez que alguien se burlaba o la insultaba, hacía un nudo en las telas de su hombro derecho y cada vez que alguien la elogiaba, hacía un nudo en las telas del hombro izquierdo.
Al final del día, buscó al mercader y le pidió que volviese a pesar ambos bultos. Le agradeció su más temprana intervención, pero también le señaló que como él podía ver por sí mismo, nada había cambiado: tanto los halagos como los insultos recibidos eran del mismo peso, y ella los aceptaba a los dos con la misma ecuanimidad.”
En lo que parece que sí hay consenso es en que nació dentro de una familia brahmánica donde recibió una intensa formación religiosa que marcó las bases de su vida devocional. Tras su casamiento, estuvo bajo la tutela de su maestro shivaíta pero finalmente también lo abandonó y se convirtió en una asceta errante. En sus poemas se aprecia esa lucha contra las normas sociales impuestas, así como las dificultas encontradas en su camino hacia la emancipación espiritual.
Su poesía se considera poesía devocional. Sus poemas expresan con palabras simples lo que sentía; sin embargo, su intención en ningún momento fue predicar. Nos muestran su evolución espiritual pero también nos dejan ver las dificultadas que se encontró en el camino. Todo lo transmitió oralmente, cantando en la lengua tradicional de la región, y llegó al corazón tanto de hindúes como sufíes. En sus palabras hay devoción, realidad, sufrimiento, compromiso, liberación.
Como argumenta Raquel Fernández en su ensayo La presencia mística de Lalla: poeta y yoguini shivaíta del siglo XIV d.C., sus poemas “nos muestran la lucha de una mujer comprometida con la liberación espiritual, en el contexto de una sociedad patriarcal y de una tradición ascética mayoritariamente masculina”. Y concluye diciendo “su poesía supone un fondo de sabiduría cercana y accesible a la experiencia de cualquier buscador espiritual, sin importar su nacionalidad, tradición, raza o género. Las palabras de Lalla dan testimonio de un alma luchadora en su camino a la madurez espiritual, son la huella de una mujer comprometida a concluir el camino de liberación que ha comenzado”.
Si queréis leer más acerca de esta gran persona os recomiendo la edición de Penguin Classics: I, Lalla. The Poems of Lal Ded. Asimismo, hay un libro en español llamado Palabras de Lal Ded, de Maina Kataki, el cual tenemos en la Biblioteca Mushin.
Aquí os añado algunos de los poemas traducidos:
Usa las ropas necesarias para no tener frío.
Come sólo lo suficiente para amortiguar el hambre.
En cuanto a tu mente, déjala trabajar
para reconocer quién eres, y el Absoluto, y que
este cuerpo se convertirá en alimento de los cuervos del bosque.
Aprender las escrituras es fácil,
vivirlas, difícil.
La búsqueda de lo Real
no es un tema simple.
En lo profundo de mi búsqueda,
las últimas palabras se disiparon.
Gozoso y callado,
el despertar que me encontró entonces.
No creí en ella ni un momento
pero bebí de un trago el vino de mi propia voz.
Y entonces luché con la oscuridad en mi interior,
la derribé, le clavé mis garras, la hice trizas.
La cadena de la vergüenza se romperá
si te armas de valor contra burlas y maldiciones
la ropa de la vergüenza se quemará
si dominas al caballo de tu mente
Lo que los libros me enseñaron lo he practicado
Lo que no me enseñaron, me lo he enseñado a mí misma
Fui al bosque y luché con el león
No he llegado tan lejos enseñando una cosa y haciendo otra
*La información contenida en este artículo está sacada de distintas fuentes:
Libro de Penguin Classics: I, Lalla. The Poems of Lal Ded
Artículo de Raquel Fernández: La presencia mística de Lalla: poeta y yoguini shivaíta del siglo XIV d.C.
Blog Poetas Siglo XXI
Muchas gracias a todos ellos por compartir sus conocimientos.